Por: Daniela Tripaldi
Durante nuestras vidas más veces nos hemos encontrado afrontando emociones ligadas a la contradicción entre lo que esperamos que suceda y lo que sucede en la realidad. Vivimos en función de las expectativas que creamos sobre nosotros mismos y sobre los demás.
Analicemos una situación común: dos personas deben rendir un examen. Ambas han estudiado un número similar de horas. La persona A quiere obtener la máxima calificación, supongamos que sea 50/50. La persona B quiere superar el examen de la mejor manera. Los dos aprueban el examen con el mismo resultado: 45/50. ¿Cómo se sentirá cada uno con el resultado obtenido? Es muy probable que A tenga emociones diferentes a las que tendrá B. A sentirá frustración, tristeza, ira, ansiedad; mientras que B sentirá sorpresa, tal vez alegría y alivio por haber aprobado la materia.
¿A qué se deben estos dos tipos de respuestas? Según la terapia cognitiva conductual, no es la situación en sí la que nos hace sentir una emoción, sino la interpretación que le damos a la misma. Una experiencia, en este caso la calificación de 45/50, genera emociones diferentes e incluso contradicciones en A y en B. Las dos personas esperaban resultados diferentes del mismo examen, es decir, tenían expectativas diferentes sobre su rendimiento.
¿De dónde vienen esas expectativas? ¿Qué pasa cuándo las expectativas nos generan malestar? ¿Qué podemos hacer para que no nos generen malestar? Estas son algunas de las preguntas que intentaré responder a lo largo de este artículo.
Según la Real Academia de la lengua española (RAE), la palabra expectativa viene del latín “exspectātum” (mirado, visto); y significa:
- Esperanza de realizar o conseguir algo.
- Posibilidad razonable de que algo suceda.
- Posibilidad de conseguir un derecho, una herencia, un empleo u otra cosa, al ocurrir un suceso que se prevé.
A partir de esta definición entendemos que ante una situación nosotros determinamos aquello que es más probable que suceda. Vroom , creador de la teoría sobre las expectativas, (en Pérez, J. M. L., Pérez, J. M. L., Méndez, S. R., Jaca, M. L. M., 2010) propone que una expectativa es una “percepción subjetiva sobre la probabilidad de que un determinado acto será seguido por un determinado resultado”. Por lo tanto, serían aquello que nos esperamos que suceda en base a nuestras creencias internas.
Las creencias son patrones cognitivos (pensamientos) que configuran visión de nosotros mismos, del mundo y de los demás. Éstas se organizan en esquemas que son los que nos permiten interpretar los datos que provienen desde la realidad. De esta manera, nosotros interpretamos los eventos externos o internos en función de las creencias que vamos adquiriendo, desarrollando y confirmando a lo largo de nuestras vidas.
Estos esquemas cognitivos se desarrollan a partir de experiencias que afrontamos a lo largo de la vida. Del mismo modo, son las experiencias las cuales a su vez confirman las creencias y refuerzan los esquemas. Se constituyen entonces en un círculo.
Los esquemas pueden activarse en función de la situación que enfrentamos. Es decir, recibimos un estímulo el cual activa un determinado esquema y este desencadena una respuesta específica. Los datos almacenados en nuestra memoria, y que a su vez refuerzan los esquemas cognitivos que tenemos, van a guiar la selección de la información que se guardará en la memoria e influirá en el tipo de respuesta a un determinado estímulo. Entonces estas creencias o esquemas van a seleccionar aquellos datos de la situación que estamos viviendo, los compara con aquellos que ya hemos vivido anteriormente y con las respuestas y resultados obtenidos. De esta manera elaboramos una estima de la respuesta a determinada situación y en consecuencia una expectativa sobre el resultado.
Seguramente A y B tienen creencias diferentes sobre el rendimiento académico y es por esta razón que interpretaron de manera diferente su calificación. Como expliqué anteriormente, estas creencias las formamos y reforzamos en función de las experiencias que afrontamos. Las expectativas serían, por lo tanto, aquel resultado que espero tener en una situación similar a la que ya he vivido.
A sabía que si estudiaba un número determinado de horas y con estrategias específicas podía conseguir un resultado similar al que había conseguido en otros exámenes, seguramente 50/50. La contradicción entre su sistema de creencias y la calificación que obtuvo genera en la persona emociones como tristeza, frustración, etc.
En todo momento estamos esperando determinados resultados. Tenemos expectativas respecto a las cosas más sencillas como por ejemplo que la torta este rica, la película interesante, el corte de cabello perfecto, entre otros. También nos hacemos expectativas con situaciónes complejas donde se incluye la interacción social, es decir, tenemos expectativas sobre el comportamiento de otras personas. Si bien la predicción de resultados es bastante acertada cuando seguimos una receta de cocina, al momento de predecir la conducta de las otras personas nos encontramos en arenas movedizas.
Muchos de los conflictos que tenemos con los demás se basan en las expectativas que nos hacemos sobre las respuestas que esperamos. Los “debías hacer…, debías ser…, esperaba que…” son las razones por las que las personas solemos discutir, enojarnos e incluso separarnos. Al reconocer que estos “debías” o expectativas se basan en nuestro sistema de creencias y que son estas las que nos generan conflictos, decepciones, rabia y frustración, podemos empezar a prevenir malos entendidos. Las demás personas tienen sus propias creencias y se comportan en consecuencia, por lo tanto es difícil que coincidan con lo que nos esperamos que hagan.
Hacer el esfuerzo para entender las creencias de los demás y las nuestras nos permite más flexibles; por lo tanto, más respetuosos y tolerantes con los otros. ¿Cómo podemos hacerlo? Veamos algunas sugerencias para hacernos concientes de nuestras expectativas y creencias.
El primer paso es reconocer nuestras propias creencias. Cuando estemos haciendo algo, cualquier cosa, paremos un momento para analizar nuestro comportamiento. Preguntémonos ¿qué estamos haciendo?, ¿para qué estamos haciendo esto? y ¿qué esperamos que suceda? Nos ayudarán a identificar nuestras expectativas y, a partir de ellas, reconocer nuestras creencias.
Intentemos escribir aquellas situaciones en las que nos sentimos frustrados porque no obtuvimos los resultados esperados (puede ser en las últimas semanas). Descubramos qué creencias estaban ligadas a esas expectativas. Tratemos de poner en duda a estas creencias. Mientras más rígida es una creencia más nos costará dudar de ella y más nos generará frustración cuando no sea reforzada por las experiencias de vida. Así, la persona A del ejemplo anterior podría cuestionarse qué pasa si no obtiene 50/50, por qué y para quién es importante la calificación, qué es lo peor que le puede suceder si fracasa en su examen, etc.
Si nos encontramos ante el resultado y empezamos a sentir decepción, frustración, ira o ansiedad, entonces es momento de hacernos concientes de la expectativa que teníamos. Debemos identificar si lo que esperábamos que pase se basaba en datos reales o en nuestras creencias. Este ejercicio nos permite tomar distancia de la situación y analizarla de una manera más objetiva.
El segundo paso importante, es concientizarnos de que existen situaciones controlables y situaciones no controlables. La respuesta de los demás entra en la categoría de incontrolables para nosotros, pues como ya lo dije, depende del sistema de creencias propio. Nuestra reacción ante estas respuestas, por el contrario, forma parte de lo controlable. Conocer nuestras creencias básicas y aceptar que la otra persona actúa de manera independiente a nosotros nos ayudará a no sentirnos decepcionados la próxima vez que alguien haga o diga lo que nosotros no esperábamos.
Hasson (2015), propone un ejercicio que tiene por objetivo fomentar la flexibilidad y dejar el control:
- Pensar en algo que sea difícil de aceptar. Ser concientes de lo que pasó. Describir la situación (en su mentes, en voz baja o en forma escrita). Permitirse sentir las emociones ligadas a esta situación, como rabia, miedo, tristeza, angustia, etc.
- Una vez que este listo, es hora de dejar ir, imaginarse a sí mismo colocando la situación en una hoja de papel y que esta se va con el viento; quemar el papel en donde escribió (estos son solo ejemplos, ustedes pueden inventar la mejor forma para dejar ir).
- Luego de dejar ir, pasar a la aceptación; es decir, reconocer eso que pasó y que no se puede hacer nada al respecto para cambiarlo.
Empecemos haciendo estos dos simples pasos todos los días, con cosas sin importancia, por ejemplo, cuando cae un chocolate al piso y teníamos muchas ganas de comerlo; cuando empieza a llover y no tenemos paraguas; cuando perdemos un esfero, etc. Poco a poco podemos pasar a eventos más complejos y pérdidas verdaderamente importantes (si hacemos este ejercicio con situaciones importantes que nos han generado mucho dolor, es recomendable acudir a un profesional para que nos guíe en el proceso).
Preguntarnos cómo puedo resolver el problema y qué aspectos del mismo están en mi control, es un buen inicio para hacer el cambio de “vivir en función de nuestras expectativas” a “vivir a la expectativa”. Dejarnos sorprender por las personas y por la vida en general, nos va a permitir apreciar el 45/50, así como también los pequeños detalles que los otros hacen por nosotros y, al mismo tiempo, nos permite dar sin esperar nada. Con eso no quiero decir que dejemos que luchar o de esforzarnos por obtener resultados, sino que debemos aceptar serenamente que a veces las cosas no son como las esperamos, estar a la expectativa nos permite percibir nuevas oportunidades y posibilidades que nos acercarán a nuestras metas.
Esta es una invitación a seguir sorprendiéndonos por las cosas simples que nos pasan, darnos la oportunidad de vivir por 5 o 10 minutos al día como un niño de un par de años, para quién cada día es un descubrimiento nuevo.
Referencias
Diccionario de la Real Academia de la lengua Española. http://lema.rae.es/drae/?val=Expectativa
Hasson, G. (2015) Mindfulness pocketbook: little exercises for a calmer life. Capstone. Great Britain.
Pérez, J. M. L., Pérez, J. M. L., Méndez, S. R., Jaca, M. L. M. (2010, April 23). page_06. Retrieved September 09, 2015, from ocwus Web site: http://ocwus.us.es/psicologia-social/psicologia-de-los-recursos-humanos/temas/tema3cg/page_06.htm.
Una respuesta a “De las expectativas a la expectativa”