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Cecilia: papá, papá, de dónde vienen los bebés?

Papá: Veamos, Cecilia, cuando los papás están enamorados y se casan, llega la cigüeña y les entrega su bebé…

Cecilia: mamá, mamá, de dónde vienen los bebés?

Mamá: El papá pone su pene en la vagina de la mamá y deja su semilla que se llama espermatozoide. El espermatozoide se une con el óvulo de la mamá y se forma el bebé. Si los papás no quieren tener hijos, el papá se pone una cosita que se llama condón.

Cecilia a su hermana: Inés, Inés: ya se como nacen los bebés! A ver, es sencillo: si al papá le gusta la mamá, llaman a la cigüeña que llega después de nueve meses. La cigüeña tiene el bebé con ella, pero si la mamá no quiere tener al bebé dentro de su vagina, entonces le da un condón a la cigüeña. La cigüeña se pone el condón y el bebé no llega.

¡Qué confusión la de Cecilia!

 

Sabemos que la adolescencia es una etapa de muchos cambios; como lo enfatizamos en el artículo anterior (haz clic aquí para leerlo), los cambios a nivel sexual son los principales procesos que se dan durante esta etapa. La primera menstruación y eyaculación significan que el cuerpo de los adolescentes está listo para la reproducción. La edad en la que inicia la adolescencia puede variar en función de factores nutricionales, sociales y biológicos. La mayor parte de las niñas tienen su primera menstruación aproximadamente a los 11 años. Sin embargo, está edad se está acortando cada vez más ya que en el mundo existe mayor acceso a servicios médicos y los adolescentes (en los países en desarrollo y desarrollados) cuentan con una mejor nutrición.

¿Por qué?

Dejemos de lado los prejuicios sociales y partamos del hecho que la sexualidad es parte de nuestra vida. El sexo es una función básica de los seres humanos y debe ser conocida, tratada y cuidada con la misma naturalidad e importancia con la que tratamos a las otras funciones de nuestro cuerpo.

No existe una edad determinada u óptima para hablar sobre sexualidad, ya que este tema debe ser tratado desde temprana edad y, por lo tanto, debe ser una constante en la crianza de nuestros hijos. Debemos darles información sobre sus órganos sexuales y sus funciones, de manera que puedan ir conociendo y amando su cuerpo desde pequeños, sin “misterios” y sin “cigüeñas”.

Nuestra cultura sigue reforzando los tabúes que existen en torno al sexo y eso hace que sea más difícil brindar una adecuada educación sexual a nuestros hijos. Hablar con ellos abiertamente y darles información acertada sobre los procesos normales que viven o vivirán en un futuro, nos ayudará a crear una relación de confianza mutua que marcará la diferencia en las decisiones que el adolescente tomará sobre su vida sexual.

Recordemos cómo fue nuestra educación sexual durante la adolescencia: para muchos, la principal fuente de información fueron nuestros amigos, y en menor medida en las escuelas y colegios. El resultado fue que recibimos información la mayoría de las veces errónea o desfigurada que puede aumentar el riesgo a que nuestros hijos se expongan a situaciones de alta vulnerabilidad. Esto conlleva a que esta etapa se vuelva un período crítico en la educación sexual. Veamos algunos datos:

En América Latina y el Caribe el 50% de los adolescentes han tenido relaciones sexuales antes de los 17 años. En el Ecuador, en el 2012 el 44,1% de las mujeres que se convirtió en madre tuvo una edad comprendida entre los 15 y 19 años. Esto conlleva a una serie de consecuencias que van a impactar sus vidas totalmente, como las dificultades en conseguir un trabajo o culminar una carrera universitaria.

Una buena educación sexual puede ayudar a disminuir el riego de embarazo durante la adolescencia. De hecho, en países europeos, en donde los adolescentes tienen acceso a información y a servicios, tienen un menor índice de embarazos durante esta etapa. Prevenir embarazos durante la adolescencia, no es el único motivo por el cual se debe hacer educación sexual, ya que también se reducen los riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual y de sufrir abusos.

¿Cuándo?

Como lo dije al inicio de este artículo, la educación sexual debe estar presente durante toda la vida. No esperemos el momento justo para hablar de sexo, dejemos de lado nuestros dudas, estereotipos y hablemos abiertamente. Muchos padres entregan esta responsabilidad a la escuela, esperan que sean las instituciones educativas quienes formen a sus hijos en temas sobre la sexualidad; otros piensan que es mejor dar toda la información al mismo tiempo,etc.

No afrontar el tema con nuestros hijos no significa que ellos no estén recibiendo información de otras partes. No hablar no va a evitar que ellos tengan relaciones sexuales. De ahí que insisto: ¿Cuándo hablar con ellos? Desde que son pequeños.

¿Cómo?

Recordemos que vivimos en una época en la que tenemos todo al alcance de nuestras manos; por lo tanto, a través del Internet podemos tener acceso a toda la información que queramos, sin discriminar edad, sexo o creencias. Eso quiere decir, que nuestros adolescentes pueden buscar información sobre sexo sin mayores dificultades, y seguramente muchos ya lo están haciendo. Nuestra misión como padres y formadores es ayudarles a seleccionar esa información acorde con su edad y, sobre todo, que no implique peligros para sus vidas (entre esos la pedofilia).

El primer paso es informarnos nosotros mismos. Debemos estar en grado de dar la información exacta a nuestros hijos. Acostumbrémonos a llamar cada parte con su nombre, de esta manera vamos familiarizándonos como el tema, por lo tanto se vuelve normal y ya no genera vergüenza.

Segundo, debemos estar en grado de transmitir esa información de una manera que sea comprensible para nuestros hijos, en función de su etapa de desarrollo. Existen un sinnúmero de recursos que pueden encontrarse, sea en las librerías que en el Internet, que están adaptados para el desarrollo cognitivo de cada etapa. No es lo mismo hablar con un niño de 6 años sobre el embarazo que con un adolescente de 14. Cómo este artículo se trata específicamente de la adolescencia, recordemos que están recién madurando su pensamiento formal (haz clic aquí para leer más); entonces debemos ser claros y directos; dejar abierto el diálogo, darle la seriedad al tema y a las preguntas que nos planteen. Hablemos de consecuencias a largo plazo, pero enfaticemos aquellas que son a mediano y corto plazo, sobre todo al inicio de la adolescencia. Es importante aclarar dudas sobre los métodos anticonceptivos, masturbación, enfermedades venéreas, abuso sexual, aborto, etc. Recordemos, la mejor manera para prevenir es INFORMAR.

Tercero, no dar toda la información al mismo tiempo. Es importante que los adolescentes lleguen a esta etapa con los conocimientos sobre sus cuerpos. Así, la adolescencia será un período en donde aprenderán y pondrán en uso esa información para tomar decisiones responsables en temas como la reproducción y enfermedades.

Cuarto: crear un ambiente abierto al diálogo, eso quiere decir, que debemos facilitar que nuestros hijos nos hagan preguntas y que acudan a nosotros ante dudas. No hablar solo nosotros (como si estuviéramos dando una clase): dejemos que ellos sean quienes pregunten, démosles la confianza para hablar de lo que piensan y creen sobre el sexo. Así les damos la posibilidad de encontrar en nosotros un apoyo que les ayudará a tomar sus decisiones. Hablar de educación sexual, implica no solo dar información sino también que esta información esté inmersa en un contexto. Con esto me refiero a que debemos transmitir valores como el respeto por nuestro cuerpo y el de los demás.

Por último: NO, la cigüeña no usa condón, pero es mejor que nuestros hijos lo hagan. Hablar de sexo no significa fomentarlo o ser promiscuos; al contrario, significa dar a nuestros hijos la posibilidad de decidir sobre su futuro.