Bullying: El límite entre la broma y la violencia

bullyingEsteban tiene 10 años, no tiene muchos amigos en la escuela. La mayor parte del tiempo pasa solo. Muchas veces sus compañeros lo invitan a jugar, pero es un tipo de juego que a él no le gusta, ya que no es parte del grupo con las mismas reglas y derechos, sino que es el objeto con el que sus amigos se divierten. Los días en la escuela no son motivantes, sino todo lo contrario, se han convertido en una verdadera tortura. Algunas veces encuentra alivio en los libros o al conversar con el conserje. Pocos niños saben su verdadero nombre, ya que usan apodos para llamarlo (de los cuales no se siente muy orgulloso). No entiende qué tiene de diferente a los otros niños, ni por qué nadie quiere jugar con él. Antes de ir a la escuela se queja de dolores, sus padres están preocupados porque ha dejado de comer, no entienden qué le pasa. Esteban tiene depresión y ansiedad social.

Silvia tiene 37 años, trabaja para una empresa desde hace algunos años y recientemente fue transferida a otro departamento con colegas diferentes y un jefe nuevo. Al inicio vivió este cambio como un reto y dispuesta a dar lo mejor de sí para cumplir con su trabajo. Sin embargo, con el pasar de los meses empezó a sentirse extraña, sus informes nunca llenaban las expectativas del jefe, quien al mismo tiempo le imponía plazos de entrega muy cortos, no le daba instrucciones claras sobre lo que debía hacer, ni información necesaria para llevar a cabo su trabajo; haciendo que Silvia dude sobre sus propias capacidades y su aptitud para su nuevo rol. Esto empeoró aún más cuando su jefe empezó a reclamarle por sus “fallas” enfrente de sus otros colegas, quienes junto a su jefe empezaron a ponerle sobrenombres (de los cuales se enteró mucho tiempo después). Además, se crearon rumores de todo tipo sobre ella, que no se limitaron a su departamento sino que se extendieron por toda la empresa. Silvia se sentía desesperada e impotente, no se consideraba capaz de enfrentar esa situación, el suicidio empezó a ser una opción, ella enfrenta una depresión.

¿Qué tienen en común un niño de 10 años como Esteban y una mujer de 40 años como Silvia?  Ambos son víctimas de acoso. El acoso escolar y laboral es muchas veces subestimado e incluso considerado como “algo normal”, sin embargo  es una forma de violencia que impacta a todas las personas involucradas, sobre todo en aquellos que se reconocen como víctimas. La OMS concibe a la violencia como el “uso deliberado de la fuerza física o del poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Olwens (en Avilez, J. 1998), fue el primero en estudiar el acoso y la violencia en los centros escolares. Así, en los años 70, propone el concepto de Bullying para describir a aquellas acciones negativas (agresión física directa, verbal y psicológica, la exclusión, la utilización de sobrenombres, la extorsión, la amenaza, etc) y repetitivas que provienen de un alumno o grupo de alumnos hacia otro, con la intención de hacer daño. En la actualidad, el bullying ha ido adquiriendo características cada vez más sutiles, si antes se limitaba a las instalaciones de las instituciones educativas, hoy en día, por medio del Internet, se han roto estas fronteras, ya que los agresores utilizan esta herramienta para seguir maltratando a sus víctimas, por ejemplo, con las páginas del Facebook, por correos electrónicos, mensajes escritos, lo cual recibe el nombre de cyber bullying, de ahí que se ha hecho cada vez más difícil descubrir el acoso escolar y manejarlo.

Además, también se han identificado las mismas dinámicas en otros contextos como en las empresas donde recibe el nombre de mobbing o bullying laboral, siendo este el caso de Silvia. De ahí que, si bien en sus inicios el bullying fue descrito únicamente a nivel escolar, hoy en día lo podemos encontrar en cualquier tipo de organización y con la misma dinámica.

¿Cómo reconocer el bullying?

Esta bien, no exageremos, no toda broma es bullying; entonces, ¿cómo reconocerlo? Los requisitos necesarios para considerar una conducta como acoso son:

  1. La presencia de uno o más agresores. Una o mas personas hacia quienes está dirigida la agresión o el acoso, es decir, una víctima. Una o más personas que son espectadores de la agresión, con diferentes grados de participación: como defensores, otros se mantienen periféricos y otros no agreden pero tienen conductas (risas) que llegan a reforzar o “premiar” a los agresores.
  2. Deben existir actos violentos contra las víctimas, en ambos casos se presentaron agresiones físicas y verbales. En el contexto laboral, es más común encontrarse con violencia psicológica.
  3. Los actos violentos deben mantenerse en el tiempo, mientras mayor duración tengan, más dañinas serán las consecuencias.
  4. La relación víctima –  agresor se consolida, forman una díada patológica. La vida de ambos gira en torno de lo que hará el otro.
  5. Existe un desequilibrio de poder, el cual puede ser físico, psicológico o social, por ejemplo, alumnos más grandes contra los más pequeños, jefes contra subordinados, “populares” contra los “que no son populares”, etc.
  6. Genera repercusiones en todas las personas implicadas.

¿Qué lleva a una persona a ser víctima y a ser agresor?

Los estudios han puesto en evidencia algunas características de personalidad que hacen a una persona más vulnerable que otras a ser víctima de bullying. Generalmente se trata de personas tímidas, pasivas, con baja autoestima, que pueden o no tener algún tipo de necesidad especial, suelen tener un locus de control externo, es decir, pensar que no pueden controlar la situación, rasgos ansiosos, un apego inseguro con sus padres, problemas de aprendizaje y / o problemas físicos.

Los agresores, por su lado, presentan: déficit en el autocontrol y empatía, muchas de las veces también fueron víctimas de maltrato y,  al igual que en las víctimas, también está presente una baja autoestima.

¿Cuál es el proceso del bullying?

Sullivan y sus colaboradores definen cinco etapas del proceso de intimidación proponiendo el siguiente modelo de “Espiral Descendente” del bullying (en Jiménez, A, 2007):

  1. Mirar y esperar: en esta etapa el agresor observa la dinámica dentro del grupo e identifica sus posibles víctimas, los cuales no son concientes de esta selección. Los espectadores envían señales a los agresores mostrando que no son candidatos para ser acosados.
  2. Probar la temperatura del agua: empiezan a darse los primeros actos agresivos, empiezan a conseguir seguidores: Las víctimas no se defienden efectivamente, se sienten incómodos pero no piensan que pueden empeorar las cosas. Los espectadores también sienten cierto grado de incomodidad, ante la cual se retiran o apoyan a los agresores.
  3. Ocurre algo más importante: la agresión es más grave, la víctima genera sentimientos de culpa por ser intimidado y no poder defenderse, piensa que terminará la agresión y que es una forma de divertirse. Los espectadores sienten culpa e impotencia por no ayudar a la víctima.
  4. El acoso sube de tono: aumentan los actos agresivos, incluso llegando a generalizarse fuera del ambiente escolar o laboral. Los agresores exageran su idea de poder, las víctimas sienten desesperación, su autoestima baja y reconocen como mal intencionadas las acciones de sus agresores. Los espectadores se protegen y justifican el acoso como normal, ignoran las agresiones.
  5. Establecimiento definitivo: los agresores aumentan la intimidación a otros sectores. La víctima confirma su visión de un mundo peligroso, pudiéndose presentar tentativos de suicidio.

Consecuencias del bullying

En las víctimas, como Esteban y Silvia, el bullying impactó profundamente sus vidas. Éste está asociado con ausentismo (escolar y laboral) y fracaso escolar, síntomas psicosomáticos, conductas evitativas, trastornos de ansiedad (fobia social), disminución de su autoestima, alteración de su autoconcepto, y pueden presentar reacciones agresivas, sean en la escuela, trabajo u hogar. Disminuye su autoconfianza y la confianza en los demás, por lo que no logran establecer relaciones sociales, se vuelven incapaces para reaccionar y enfrentar las situaciones, tienden a ignorar el maltrato, para no enfrentarse a sus agresores. Presentan alteraciones en el estado de ánimo, dificultades en desarrollar un sentido de pertenencia y de creer en una existencia plena.

El agresor aprende a utilizar el abuso como una forma de alcanzar sus objetivos, de lograr status y reconocimiento y de establecer vínculos, de ahí que uno de los problemas que puede presentarse es que tienden a generalizar estos comportamientos en otros medios, por ejemplo, al establecer una pareja, o en el ámbito laboral, etc. Si el agresor empieza en edad escolar, existe un mayor riesgo de que desarrolle conductas delictivas en la adultez.

Los espectadores también se ven afectados, en ellos se ve reforzada una conducta egoísta e individualista, tienen más riesgos de desarrollar conductas agresivas, sus conductas morales se van a ver afectadas, mostrando dificultad para diferenciar entre lo justo y lo injusto.

¿Qué hacer ante el bullying?

El primer paso es informarnos. Saber que el bullying es real y no solo una “exageración” permite tomar acción para parar el círculo de violencia.

Si nos identificamos como víctimas, debemos buscar ayuda para desarrollar nuestra asertividad, para aprender estrategias en resolución de problemas y para mejorar nuestra autoestima. Además, para empoderarnos y tomar acciones efectivas que puedan poner un freno a la violencia. Sobre todo, ser concientes que es algo que puede ser detenido y de lo cual no somos culpables.

Si nos reconocemos como testigos o espectadores, el siguiente paso es tomar cartas en el asunto y ser parte de la solución del problema, es decir, intervenir si vemos que se están dando situaciones que dañan a otra persona. Dejar de lado nuestros miedos e inseguridades y ayudar a quién está sufriendo.

Si, por el contrario, nos reconocemos como agresores y queremos hacer algo para cambiar, es momento de evaluar cómo nuestra baja autoestima nos lleva a dañar a los demás. Busquemos patrones en los cuales nos reconocemos como agresores y como víctimas y definamos que “necesidad” tratamos de satisfacer por medio del poder y del control que sobre otras personas. Si somos capaces de reconocernos en este rol, también seremos concientes de la responsabilidad que tenemos en buscar ayuda para aprender o mejorar nuestras habilidades sociales.

El bullying ataca a la dignidad de las personas, es hora de hacer algo. Lo creamos nosotros, por lo tanto somos responsables de detenerlo.

Referencias

Jiménez, A. (2007) El maltrato entre escolares (Bullying) en el primer ciclo de educación obligatoria: Valoración de una intervención a través de medios audiovisuales. Tesis Doctoral. Universidad de Huelva, Departamento de Educación. Huelva – España.

Avilés, Y. El maltrato entre escolares en el contexto de las conductas de acoso. Bullying en la escuela. Modelos de intervención. Grupo de investigación de la Universidad de Valladolid – España.

Acas. Bullying andharassmentat work: A guide for employees.

 

 


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