Cuando el miedo al miedo te paraliza: tres consejos prácticos para enfrentar una crisis de pánico.

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Foto: http://www.woodcockpsychology.com.au/panic-attacks-panic-disorder-agoraphobia/

La ansiedad es una emoción natural. Su objetivo es indicarnos que estamos ante un peligro, nos ayuda a responder huyendo o peleando. De hecho, gracias a ella, nuestros ancestros pudieron sobrevivir a predadores mucho más fuertes. Por lo tanto, la ansiedad es una parte esencial en los seres humanos, nos ayuda a garantizar nuestra supervivencia.

Si bien en la actualidad ya no somos presas de grandes animales salvajes, muchas personas, especialmente aquellas que tienen mayor vulnerabilidad y una historia familiar de trastornos de ansiedad, tienden a interpretar ciertas situaciones como si estuvieran ante uno de ellos y su vida estuviera por terminar. El 30% de la población mundial presenta una hipersensibilidad a los ciertos estímulos interpretándolos como peligrosos. Su sistema de alarma ante el peligro reacciona cuando no existe un peligro objetivo, sufriendo ataques de pánico (también llamados crisis de pánico o crisis de ansiedad).

Sufrir de ataques de pánico afecta profundamente la calidad de vida de quienes los padecen. Muchos dejan de realizar actividades o frecuentar lugares que antes eran normales, como en el  caso de Teresa, ella tiene 35 años, tuvo su primer ataque de pánico a los 23 tras una cirugía. En ese episodio, recuerda haber sentido que se desmayaba, le faltaba el aire, sudaba frio, tenia taquicardia y sentía que estaba perdiendo el control de su vida, “parecía que estaba muriendo”.

El ataque de pánico se caracteriza por la presencia de un miedo intenso. Este aparece sin una razón aparente y de manera inesperada. Generalmente alcanza su pico máximo a los 10 minutos, pero los síntomas pueden permanecer hasta horas después de la crisis. Muchas de las veces, suelen presentarse en situaciones en las que la persona siente que no tiene el control o que no puede escapar. De ahí que las personas que sufren de este trastorno suelen evitar los lugares en donde se presentó la crisis. Esta tendencia recibe el nombre de conductas evitativas; suelen generar alivio temporal, sin embargo, a largo plazo son limitantes para la persona.

Tal como le sucedió a Teresa, los síntomas físicos son intensos y suelen ser interpretados como señales de enfermedades, ataques cardíacos (muerte inminente), locura, etc. Según el DSM V, cuatro o más de los siguientes síntomas pueden estar presentes durante la crisis de pánico:

  1. Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca.
  2. Sudoración.
  3. Temblor o sacudidas.
  4. Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
  5. Sensación de ahogo.
  6. Dolor o molestias en el tórax.
  7. Náuseas o malestar abdominal.
  8. Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
  9. Escalofríos o sensación de calor.
  10. Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueos).
  11. Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo).
  12. Miedo a perder el control o de “volverse loco”.
  13. Miedo a morir

Las crisis de pánico se presentan en dos etapas: La ansiedad anticipatoria y el ataque de pánico propiamente dicho.

La ansiedad anticipatoria, es el momento en el cual creemos que estamos a punto de tener una crisis de pánico. Normalmente, comparamos los síntomas que tenemos en ese momento con las experiencias pasadas en las que se presentó la ansiedad. Durante ese instante, todos los estímulos son interpretados como amenazantes, existe además una hiperatención a los cambios físicos y, obviamente, al considerarlos como peligrosos, la respuesta es preparar al cuerpo para defenderse, desencadenando un ataque de pánico. Teresa, presentaba ansiedad anticipatoria luego de las comidas. Ella interpretaba la sensación de somnolencia normal luego de un almuerzo (ya que el cuerpo focaliza todas sus energías en la función digestiva), como la sensación de mareo y desmayo de su crisis de pánico. Carolina, por su parte, interpretaba la sensación causada por un descenso del nivel de azúcar en su sangre como parte de un ataque de pánico.

Para Teresa y Carolina, la sola idea de volver a sentir el miedo y los síntomas del ataque de pánico, les puede llegar a desencadenar una crisis, por más absurdo que parezca. A este círculo vicioso lo llamamos miedo al miedo. Su principal deseo es no volver a sentir ansiedad nunca más evitando todas las situaciones que de alguna manera puedan gatillar su ansiedad. Sus deseos, son obviamente imposibles de satisfacer, pues la ansiedad no va a desaparecer. Siendo parte de nuestras emociones, sería como pedir que nos amputen un brazo porque sentimos dolor.

Por otro lado, la fantasía de poder controlar todo lo que les da ansiedad también es imposible de alcanzar. La vida siempre está llena de situaciones incontrolables: un problema en al auto, el tráfico, la aglomeración de personas, etc. y por más que nos esforcemos a evitarlas, es imposible que una persona logre tener bajo su control todos y cada uno de los eventos de su vida. La incertidumbre suele generar desesperación y una sensación de inseguridad en las personas que sufren de trastorno de pánico; sin darse cuenta que enfrentar a la ansiedad es la única manera de controlarla.

El camino para superar el trastorno de pánico no es fácil; sin embargo, para Teresa y Carolina las tres claves para retomar la tranquilidad y seguridad son:

  1. Reconocer que, por más disgustosa que sea, la ansiedad forma parte de la amplia gama de emociones que sentimos. Además, tener claro que no existen pruebas científicas que relacionan al ataque de pánico con la muerte. Por lo tanto, tener la seguridad que no vamos a morir si estamos teniendo una crisis. Tampoco hay evidencia que una persona pueda volverse loca o desarrollar un trastorno psicótico como resultado de una crisis de pánico. La ansiedad, al igual que todas nuestras emociones, tiene un ciclo. Su intensidad va a ir aumentando, hasta que llega a su pico máximo y luego disminuye. Entonces el primer paso para vencer la ansiedad es conocer más sobre ella. Luego de que Carolina se dio cuenta que sus síntomas son de ansiedad y no de muerte, los ataques de pánico fueron disminuyendo considerablemente.
  1. Controlar la respiración: durante una crisis de pánico, las personas suelen respirar de manera rápida y superficial. Esto tiene varias consecuencias que suelen ser interpretadas de manera catastrófica. Cuando respiramos de manera rápida, es decir, con la parte superior de nuestros pulmones, hiperventilamos. La hiperventilación genera un aumento de oxígeno en nuestro cuerpo, generando la sensación de mareo. Este tipo de respiración hace que los músculos encargados de ella se cansen y duelan -como cuando entrenamos otros músculos en el gimnasio-, la diferencia es que en lugar de dolernos las piernas, nos duele el pecho, este síntoma muchas veces es malinterpretado como un ataque cardiaco. También la respiración rápida da la sensación de falta de aire, por lo que tratamos de respirar más rápido aún, y paradójicamente lo que hacemos es evitar que el aire que está dentro de los pulmones salga. Además, si percibimos que estamos por afrontar un peligro, el cuerpo debe prepararse para defenderse, por lo que mucho del oxígeno y nutrientes van hacia los músculos, los mismos que están listos para responder, por lo tanto, están tensos y contracturados.

El primer paso, entonces, es ser conscientes de nuestra respiración. Prestar atención a la velocidad, y profundidad de la respiración. Tratar de disminuir el número de respiraciones que damos por minuto. Colocar una mano en el estómago y otra en el pecho, tratar de mover la mano del estómago al inhalar y exhalar. Este tipo de respiración también va a darnos una sensación de relajación general.

Tener más conciencia de su cuerpo, ayudó a Teresa a cambiar el ritmo de su respiración y relajar su cuerpo cuando estaban apareciendo los primeros síntomas de ansiedad.

Otro consejo es bajar la velocidad en general, desde la manera como nos movemos hasta como hablamos. Hablar en voz baja, lentamente, ayuda a que respiremos de una manera más adecuada.

  1. Cambiar los pensamientos: durante todo este artículo hemos hablado sobre la interpretación que hacemos de los eventos. Nosotros interpretamos las sensaciones corporales como peligrosas; eso quiere decir que el proceso cognitivo que está detrás del ataque de pánico es el que tiene el mando de nuestras respuestas, es el que decide si desencadenar o no una crisis. El pensamiento catastrófico que tenemos cuando estamos en una crisis de pánico es al que debemos cuestionar. No es camino fácil, pero la única manera de vencer al miedo al miedo es enfrentándolo. Así como enfrentar  los pensamientos que los generan. Este paso lo podemos dar junto con un especialista.

El trastorno de pánico no debe ser una limitante. Existen tratamientos psicológicos que han demostrado su eficacia. Por lo tanto, si tu sufres o conoces a alguien que está pasando por este problema, ayúdalo a informarse de qué se trata y a tomar acciones.


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