El cuerpo y el movimiento

Foto tomada de: https://www.hola.com/ninos/galeria/20201001176433/psicomotricidad-infantil-estimulacion-juegos-casa/1/

Nos despertamos todas las mañanas, nos levantamos de la cama, desayunamos, nos cambiamos, vamos al trabajo, escuela, universidad, etc. Hacemos esto y más todos los días de nuestras vidas, y nuestros cuerpos se mueven. El movimiento es tan inconsciente para nosotros que simplemente lo damos por hecho. Sin embargo, para lograr hacer todo lo que hacemos en la cotidianidad el cuerpo ha pasado por un complejo proceso de desarrollo que inicia desde el período fetal y continúa durante toda la vida. En este proceso intervienen no solo el sistema muscular y óseo, sino también el sistema nervioso con un rol central en el desarrollo. Otro factor importante, muchas veces subestimado, lo tiene el sistema familiar, es decir, los cuidadores cercanos del niño. 

Por estas razones, he decidido dedicar este artículo al movimiento, al cuerpo en movimiento. Cómo va desarrollándose y complejizándose con la edad, y su importancia en nuestras vidas. Para abordar este tema, voy a recurrir a conceptos tomados de la Psicomotricidad y la Teoría del Apego

Le Bouch, médico francés y padre de la psicomotricidad, dedicó su vida a estudiar el cuerpo, sobre todo el movimiento y su impacto en el desarrollo cognitivo del niño. Este autor francés, consideraba el cuerpo como un medio de expresión de la personalidad, de las emociones y de los intereses del niño. Por lo tanto, no estudiaba al cuerpo como un simple objeto o medio para alcanzar un objetivo, sino como un cuerpo vivido, que comunica

Desde esta perspectiva, nuestro cuerpo nos permite entrar en contacto con nuestro ambiente. A través de los movimientos, primero reflejos y luego intencionales, el niño aprende a comunicarse con sus figuras de apego. Aprende que determinados movimientos generan resultados específicos, es decir, el movimiento le permite expresarse y, de esta manera, establecer un vínculo con las personas importantes para él. Con el movimiento, aprendemos a conocer nuestros cuerpos, nuestras emociones y a desarrollar nuestro autocontrol, y, es por medio de nuestro cuerpo que aprendemos a relacionarnos con los demás, a empatizar

El movimiento cumple con una importante función, la función de ajuste. Esta es la que nos permite adaptarnos y responder a las exigencias del medio. Estas respuestas pueden ser espontáneas (como saltar cuando nos dan un susto) o controladas, orientadas a un objetivo específico (como alcanzar un vaso de agua cuando tenemos sed). Sin embargo, para organizar una respuesta motora (un movimiento) el sistema nervioso hace un trabajo titánico. Desde recolectar la información sensorial, interpretarla -es decir, darle un sentido-, hasta definir el tipo de movimiento que debe realizarse como respuesta. Obviamente, esto no lo conseguimos de la noche a la mañana, para alcanzar este nivel de complejidad, la persona ha tenido que experimentar con su cuerpo, descubrir los movimientos, definir cuáles le permiten tener una determinadas reacciones del medio. En este experimentar o experimentarse, la persona (en este caso los niños) van a ir entendiéndose y desarrollando esquemas mentales (imágenes en nuestra mente) que representan su propio cuerpo primero, y luego el cuerpo de los demás. 

Este proceso es de vital importancia ya que nos permite explorar el mundo, conocerlo y desarrollar nuevas conexiones. Por lo tanto, es aquello que nos permite aprender y adaptarnos a las situaciones cambiantes del ambiente.

Y… ¿qué tiene que ver el apego en todo esto?, bueno, es simple. Pero antes de responder a esta pregunta, debemos recordar qué es el apego. Bowlby, el padre de la teoría del apego, estudió el tipo de relación que los padres mantienen con sus hijos y cómo ésta define la visión que desarrollará el niño de sí mismo, de los demás y del mundo. El apego, por lo tanto, es el tipo de vínculo o relación que se establece con las personas de referencia -generalmente, pero no exclusivamente, el padre y la madre-. Dependiendo del tipo de respuestas que el niño recibe a sus necesidades básicas, va a ir estableciendo un apego seguro que le permitirá tener una imagen del mundo, de sí mismo y de los demás positiva, además desarrollará un sentido de control, lo cual influirá en su autoestima y autoconfianza. Al contrario, si las figuras de referencia no responden adecuadamente a las necesidades del niño, éste va a concluir que no puede confiar en ellas, lo cual va a afectar negativamente su desarrollo. Este tema merece un artículo completo que publicaré próximamente.

Volviendo al movimiento, cuando el niño nace, expresa sus necesidades básicas por medio del movimiento (el llanto sobre todo) y si los padres responden a sus necesidades (sus movimientos), el bebé aprende que sus movimientos son una manera de comunicar y que sus padres los reconocen, los entienden y responden a los mismos. Además, saca conclusiones sobre cuán importante es para sus figuras de apego y si el mundo es un lugar seguro para explorar por medio de sus cuerpos. 

Mientras más estímulos recibe el niño, más posibilidades tendrá de asimilar, interpretar y complejizar sus respuestas. Cuando el ambiente le permite explorar su entorno libremente, pero acompañándolo, el niño desarrollará confianza en sí mismo, sabrá que puede responder a las exigencias externas, que el mundo es un lugar seguro para moverse y descubrir.

De ahí que, por medio de los vínculos que tenemos con nuestro sistema familiar, hemos aprendido a movernos, conocernos y crecer. La forma como nos relacionamos con nuestros cuerpos en la actualidad, depende de este proceso de intercambio de estímulos y respuestas que establecemos desde pequeños. Así que, la próxima vez que se levanten de la cama, pregúntense cómo fue su desarrollo psicomotor y cómo influyó su familia en el mismo.   


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