Vínculos que nos marcan: entendiendo la teoría del apego

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A la mayor parte de personas nos pasa que cuando vemos a un bebé inmediatamente tenemos el impulso de acercarnos y cuidarlo. Esto es aún más fuerte si el bebé es nuestro. Este impulso ha sido objeto de numerosos estudios, los cuales han empezado a partir de los hallazgos hechos los la etología sobre la conducta maternal en animales. Si, así es, no es algo que se presenta únicamente en los seres humanos, sino que también lo podemos observar en aves, primates, y otros animales. Es justamente por estar presente en manera generalizada en el reino animal que ha llamado la atención de los estudiosos del comportamiento humano. Así que, en este artículo, les voy a contar con un poco más de detalles este maravilloso aspecto «animal» que, al mismo tiempo, nos hace tan «humanos» y que se conoce como Apego.

Bowlby, uno de los pioneros en el estudio del apego en los seres humanos, sistematizó y marcó el punto de partida para el desarrollo de esta teoría. A partir de su definición y conceptualización, muchos otros autores han ido aportando nuevas evidencias que nos ayudan a entender de mejor manera cómo se establece el vínculo afectivo y el apego desde el nacimiento.

Bolwby, recalcó el factor adaptativo del apego, su función en la supervivencia física y psíquica, la influencia en el desarrollo de la seguridad y su rol facilitador de la exploración. Todos estos aspectos cumplen un papel importante en el establecimiento de modelos de representación internos en el niño que definirán su vínculo con el mundo y con los demás.

Desde esta perspectiva, «el apego se formaría a partir de la necesidad del infante humano de mantener proximidad con ciertas figuras que le provean de lo necesario para su supervivencia. Esta necesidad daría lugar a un sistema conductual de control, que se apoya en cinco respuestas instintivas humanas: chupar, llorar, aferrarse, aproximarse y sonreír» (Barg Beltrame, G. 2011, pp. 5). Entonces, el apego es ese vínculo o lazo afectivo con otra persona, a la cual se le considera que está mejor capacitada para enfrentar el mundo, lo que hace que un individuo esté dispuesto a buscar proximidad y contacto con la misma, especialmente cuando se siente inseguro, y lo consigue por medio de las conductas de apego. Las conductas de apego son aquellos comportamientos que le permiten alcanzar y mantener esa proximidad.

Es conocido para todos que el ser humano, en comparación con otros animales, tiene un período de desarrollo más largo, lo que le hace más vulnerable y dependiente, hasta conseguir la independencia total. Es por este motivo que el apego a su figura de referencia le permite sobrevivir física y psicológicamente durante este proceso. Obviamente, el apego no se establece de la noche a la mañana, sino que se va estructurando en diferentes etapas:

1. Fase de pre apego: se presenta en los primeros dos meses y se caracteriza básicamente por la presencia de comportamientos reflejos, aunque poco a poco irá presentado también los primeros comportamientos orientados a comunicar y conocer a sus figuras de referencia, como son: orientar la mirada hacia una persona, sonreírle, dejar de llorar, tratar de aferrar.
2. Fase de formación del apego: desde los dos meses hasta aproximadamente los seis meses, el bebé empieza a diferenciar a las personas familiares, con quienes mantiene interacciones más sociales.
3. Fase clara de apego: a partir de los seis meses hasta los tres años, los vínculos se estrucuran. A lo largo de esta fase, se consolidan principalmente cuatro sistemas:

a.) El sistema de apego -con sus conductas de apego-, busca la proximidad de las figuras de referencia.
b.) El sistema de miedo -con sus conductas relacionadas el miedo y la cautela-. Se evidencian cuando se enfrenta a estímulos nuevos, sobre todo de personas y situaciones desconocidas.
c.) El sistema afiliativo, en este se incluyen las conductas que tienen como objetivo alcanzar la proximidad con sus personas de referencia.
d.) El sistema exploratorio, en este sistema encontramos las conductas que le permiten al niño explorar su entorno, siempre manteniendo la proximidad de sus figuras de referencia, por lo tanto, encuentra un balance entre la exploración y la búsqueda de seguridad. De esta forma, se inicia a estructurar una base segura «la madre como elemento independiente, permanente en tiempo y espacio, al que puede recurrir más allá de no estar en contacto presente» (Barg Beltrame, G. 2011, pp.5).

4. Formación de una relación recíproca: a partir de los tres años el vínculo entre la figura de apego y el niño está establicido. «Para lograr una relación recíproca el niño debe haber podido superar el egocentrismo (Piaget, 1964/1991). Debe ser capaz de interpretar los objetivos de la madre para poder interactuar con sus propios objetivos» (Barg Beltrame, G. 2011, pp.5).

Según esta teoría, el apego no es estático ni rígido, sino que se va desarrollando a lo largo de la vida. Además, algunas figuras de apego van a permanecer estables en la vida de la persona, como por ejemplo: los progenitores. Sin embargo, lo que sí va a cambiar son las estrategias con las que se establecen vínculos.

El vínculo, por lo tanto, se establece en función de ciertas interacciones que el bebé/niño mantienen con sus figuras de refencia -en general, mamás y/o papás-. De ahí que «es fundamental la sensibilidad de las mismas ante las señales del bebé y la sincronización de sus intervenciones en relación a éstas» (Barg Beltrame, G. 2011, pp. 5). Este baile de respuestas entre la figura de apego y el bebé sean previsibles y coherentes con sus necesidades, le permiten a este último establecer un apego seguro y saludable -base segura- para explorar el mundo y a sí mismo. Entonces «las características de la construcción del vínculo de apego definen modelos representativos de sí mismo y de los otros que permanecen actuando en otras etapas de la vida y condicionan futuros vínculos» (Barg Beltrame, G. 2011, pp.5).

En función del tipo de respuestas que mantiene el bebé/niño con su figura de apego, puede adquirir tres patrones de apego:
1. Apego Seguro: la figura de apego se convierte en una base segura que le permite explorar su entorno, sabiendo que ante lo desconocido pueden buscar proximidad con las mismas.
2. Apego Ansioso/Evitativo: los bebés/niños con este tipo de apego se muestran indiferentes ante la separación y no buscan próximidad en situaciones desconocidas.
3. Apego Ansioso/Ambivalente: este tipo de apego se caracteriza por la presencia de comportamientos ansiosos y de acercamiento.

El tipo de apego que desarrollamos en nuestra infancia, por lo tanto, va a impactar en: nuestra percepción de control -llamado locus de control-, autoconfianza y autoestima. Además de nuestra percepción de autoeficacia, así como también en el tipo de vínculos que establecemos a lo largo de nuesta vida, la imagen del mundo y de los demás que tenemos. Por lo tanto, cuando estamos a cargo de bebés/niños, sea como progenitores, como cuidadores o educadores, debemos tener en cuenta nuestro rol en el establecimiento de su base segura para explorar el mundo,y esto lo hacemos de la siguiente manera:

a.) Respondiendo a las necesidades básicas del bebé/niño.
b.) Teniendo respuestas coherentes a esas necesidades básicas.
c.) Las respuestas deben ser consistentes, por lo tanto previsibles, es decir, que el bebé/niño aprende que ante una conducta suya va a tener una determinada respuesta por parte de su figura de apego.
d.) Permitiéndole explorar su entorno de manera segura y siempre disponible cuando busca proximidad.

Si bien arriba describo algunos de los puntos más generales pero importantes para establer vínculos de apego seguro con nuestros bebés/niños, uno de los aspectos más importantes es hacerse concientes del tipo de apego que nosotros hemos desarrollado a lo largo de nuestras vidas; ya que de manera conciente o no, estos patrones pueden influenciar el establecimiento de un vínculo de apego con los bebés/niños a quienes cuidamos. Por ejemplo, si establecimos un apego ansioso ambivalente con nuestras figuras de referencia, es muy probable que repitamos el mismo patrón comportamental con nuestros hijos, llevándolos a su vez a desarrollar también un apego inseguro.

El tema del apego es muy interesante, complejo y nos permite cuestionarnos sobre nuestras relaciones pasadas, presentes y futuras. Sin embargo, hay mucho más por conocer sobre este tema, así que en el siguiente artículo les contaré qué es lo que pasa en nuestro cerebro al momento de establecer vínculos de apego. Mientras tanto, si tienen preguntas sobre este tema, no duden en escribirme en los cometarios o mandándome un correo electrónico.

Referencias:

Barg Beltrame, G. (2011). Bases Neurobiológicas del apego: Revisión temática. Ciencias Psicológicas. DOI: 10.22235/cp.v5i1.101


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