
En esta serie de artículos que estoy dedicando al tema del apego, he tratando de presentarles el impresionante impacto que tiene en nuestra vida, no solo por su influencia en el desarrollo de nuestra personalidad y en nuestra capacidad para relacionarnos con los demás y con el mundo, sino también su impacto en el desarrollo cognitivo y del cuerpo. Pues ahora llegó la hora de tocar el tema más complicado y, sin dudas, el más apasionante del apego, lo que sucede a nivel cerebral. Tranquilos, no va a ser un artículo técnico y espero que pueda transmitirles el mismo asombro que me generó el prepararlo.
Para entender qué pasa a nivel cerebral cuando se desarrolla el apego, vamos a recurrir a la Neurociencia Afectiva, una doctrina que ha ido ganando campo en la actualidad, justamente porque intenta integrar los avances en el conocimiento de la neurofisiología y la psicología. Es decir, que por medio de ésta podemos explicar cómo los principales presupuestos de las teorías psicológicas tienen un sustrato fisiológico, en este caso, relacionado con neurotransmisores, receptores y áreas cerebrales.
Antes de adentrarnos en el tema específico, vamos a entender algunos de esos conceptos difíciles. Como sabemos, el cerebro está constituído sobre todo por una red neuronal (células nerviosas) que transmite la información que recibimos del entorno o de nuestro propio cuerpo. Es como la red de energía de una ciudad, por medio de los cables que se interconectan entre sí, la energía eléctrica llega a nuestras casas. A diferencia de la red de energía de una ciudad, en nuestro cerebro, la información viaja por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores. Obviamente, siendo nuestro sistema nervioso tan complejo, tenemos muchos tipos de neurotransmisores y para cada uno hay receptores
específicos. Tanto neurotransmisores como receptores son los que determinan el tipo de emociones que sentimos y las reacciones que tenemos ante los estímulos; entre otras funciones.
Muy bien, una vez que definimos o recordamos cómo funciona nuestro sistema nervioso, vamos al grano de este artículo y respondamos a la pregunta: ¿Qué pasa en nuestro sistema nervioso que nos permite establecer un vínculo con otra persona?. Tres son los principales neurotransmisores que intervienen en el desarrollo del apego: la oxitocina, la prolactina y los opioides endógenos, o internos, como la endorfina. Vamos a dedicarnos específicamente a la oxitocina y a los opioides internos porque: «Se ha demostrado, principalmente en la investigación animal, que tanto los opioides cerebrales como los circuitos sobre los que actúa la oxitocina son activados por actividades sociales tales como el juego, el acicalamiento de las crías y la actividad sexual. Por otra parte, su administración en el sistema nervioso central actúa disminuyendo las respuestas negativas de aislamiento. De esta forma, se postula que los cambios en la acción de estos neuropéptidos sobre el cerebro pueden estar relacionados con el sentimiento de base segura del niño así como con el comportamiento maternal en adultos» (Barg Beltrame, G. 2011, pp. 7).
Es bien conocido, sobre todo para quienes han experimentado el embarazo, directa o indirectamente, que la oxitocina es la hormona que gatilla las contracciones en el útero que llevarán al nacimiento del bebé, además tiene un rol fundamental en la secreción de la leche materna. Se produce en el hipotálamo, desde donde se transfiere a la hipófisis, específicamente a la neurohipófisis, dónde se almacena y se secreta cuando se necesita. El equivalente artificial de la oxitocina, pitocina, se utiliza para inducir el parto. Sin embargo, su rol no está limitado únicamente al parto y a la lactancia; se ha visto en numerosas especies animales, que también inicia los comportamientos maternales de cuidado y de protección a la cría. «Esta función de la oxitocina ha sido evaluada recientemente en parejas humanas. En un estudio longitudinal de seis meses de seguimiento con 160 madres y padres que vivían con sus bebés recién nacidos, Gordon, Zagoory, Leckman & Feldman (Gordon, Zagoory-Sharon, Leckman, & Feldman, 2010) mostraron que los niveles de oxitocina aumentaron durante el período. Además, filmaron y caracterizaron las conductas de cuidado de los progenitores encontrando una correlación entre el aumento de oxitocina y los comportamientos de contacto, vocalizaciones afectuosas, estimulación táctil y presentación de objetos»(Barg Beltrame, G. 2011, pp. 7). Esta hormona conocida como la hormona del amor, interviene en las conductas de confianza, altruismo, generosidad, empatía. Tiene un papel fundamental en el comportamiento maternal y sexual, de agresión, regulación del miedo. Su rol también está relacionado con el aprendizaje y la memoria, la inteligencia emocional y la interpersonal. Está relacionada con la monogamia, la fidelidad, y el placer. Por lo tanto, es fundamental para las relaciones sociales.
Entonces, es gracias a está hormona que sentimos ese impulso por cuidar y proteger a los bebés, al cual llamamos apego. Estas conductas a su vez, también estimulan la secreción de oxitocina en los bebés. Es por medio de los comportamientos de cuidado y las respuestas de los bebés a los mismos que los niveles de esta hormona se regulan mutuamente en ambas partes. Además, los niveles de oxitocina aumentan cuando una persona confía en otra. Si bien la oxitocina es muy importante en el establecimiento del vínculo, esta hormona no es la única que interviene, como vimos anteriormente, también los neuropéptidos, específicamente las endorfinas (opioides internos), tienen un rol especial en este fenómeno. Lo sé, son muchos nombres difíciles para sustancias complejas, por eso ahora vamos a mirar la última involucrada en el apego, los opioides internos. La principal función de los opioides internos es la de calmar el dolor. Sin embargo, también provoca sensaciones placenteras, de hecho, los opioides sintéticos como la heroína, se comportan de manera similar a estos neurotransmisores, «De hecho, Panksepp (1998) compara el funcionamiento químico del vínculo social con la adicción a las drogas. En ambos casos se produce un comportamiento que produce placer. Y en ambos casos hay síntomas que tienen que ver con la privación de ese comportamiento, en un caso por la separación de la figura de apego y en otro por la abstinencia en el consumo. Por supuesto, uno de los comportamientos es un proceso natural y humanizador y el otro es una adicción incapacitante a un fármaco» (Barg Beltrame, G. 2011, pp.8). Tanto la oxitocina como las endorfinas, por lo tanto, son las principales sustancias involucradas en el establecimiento y mantenimiento de relaciones afectivas con las personas significativas.
Además estás están involucradas en la sensación de placer o bienestar que sentimos cuando estamos con éstas personas. De esta forma, cuando estén abrazando a sus hijos, parejas, padres o amigos significativos, acuerdense que esa sensación de serenidad y satisfacción están reguladas por nuestros neurotransmisores, y que lo compartimos con otras especies vivientes. En el próximo artículo, último de esta serie, tocaré el tema del apego y la pandemia, cómo cambiaron los vínculos durante la pandemia y qué está pasando ahora, cuando parece estar terminando.
Referencia:
Barg Beltrame, G. (2011). Bases Neurobiológicas del apego: Revisión temática. Ciencias Psicológicas. DOI: 10.22235/cp.v5i1.101