El síndrome del impostor: Lo que nos frena a las mujeres

Foto de: https://www.ccl.org/articles/leading-effectively-articles/success-tips-overcome-impostor-syndrome/

Hace unos días me encontré con una persona que no veía desde hace mucho tiempo, conversando de nuestras vidas, me comentó que había recibido una promoción en su trabajo. Cuando la felicité me respondió con un tímido “tuve buena suerte”. En ese momento no le dí importancia, hasta que empecé a encontrarme con amigas, clientes, colegas, que indistintamente de su formación, experiencia profesional o cultura, hacían comentarios que menospreciaban sus capacidades y atribuían sus logros a algún factor externo. Obviamente, al hacer esto, generaba un estado de inseguridad generalizado porque, el miedo a que en algún momento esta posición iba a desaparecer, era enorme. Una de las cosas que más me llamó la atención fue que las mujeres somos más propensas a minimizar los éxitos y capacidades propias. Esto me hizo cuestionar sobre el rol del síndrome del impostor en las mujeres y su impacto en el tema de la discriminación, al mismo tiempo ví un corto sobre el discurso que escuchamos desde que nacemos por el simple hecho de ser mujeres y, lo más triste, cómo su influencia es tan generalizada y profunda que pensamos que no podemos hacer nada por cambiarla. Así que este artículo, con la colaboración de la autora del corto, Lia Ron, está orientado justamente a hacer un análisis sobre el tema de la desigualdad desde el síndrome del impostor.

¿En qué consiste el síndrome del impostor?

Primero, definamos este concepto y sus mecanismos. En los últimos tiempos se habla mucho sobre el “Sindrome del impostor”, este conjunto de síntomas que aqueja a muchos sin discriminar género ni edad. Aún no está tipificado como un trastorno mental; sin embargo, puede convertirse en un detonador para desarrollar problemas graves como trastornos depresivos, de ansiedad o cuadros de burnout. Si bien este síndrome no es exclusivo de las mujeres, la mayoría de personas que lo sufren son mujeres. De hecho, Clance e Imes fueron las psicólogas clínicas que describieron y denominaron este síndrome en 1978, luego de haber investigado sobre este fenómeno en las mujeres que habían alcanzado éxito en sus profesiones.

Entre las principales características de este síndrome tenemos la creencia de ser un fraude, que conlleva a pensar que el éxito que han obtenido no ha sido debido a sus capacidades o esfuerzos, sino por alguna razón fuera de su control. Además existe un miedo a ser descubiertos como un impostor o una persona que se hace pasar por alguien más competente o inteligente de lo que en verdad son. Las personas que sufren este tipo de síndrome, tienen la tendencia de compararse con los demás, minimizándose y sintiéndose inferiores, a pesar de contar con toda la evidencia necesaria para demostrar lo contrario, por lo que atribuyen sus éxitos a la suerte o al azar. 

El miedo al fracaso es el núcleo de este síndrome, la constante duda y las altas expectativas sobre sí mismo y lo que puede suceder si las personas “se dan cuenta del fraude”. Junto al miedo al fracaso, también encontramos las creencias de no ser suficientemente buenos, de no estar preparados, de ser incapaces de conseguir el éxito, las cuales hacen que la persona sea incapaz de atribuirse sus propios logros. 

¿Qué pasa si el síndrome se cronifica?

Si la persona continúa atrapada en esta red de creencias negativas sobre sí misma y sus capacidades, su vida emocional va a verse afectada. Puede empezar a sentir síntomas ansiosos cada vez más fuertes, incluso desarrollar un trastorno de ansiedad, ataques de pánico, por ejemplo, cuando “será evaluada”, o caer en un estado depresivo si son “criticados”. Otra de las posibles repercusiones podría ser el aislamiento -por miedo a ser juzgados-, entrar en un estado de burnout -por la autoexigencia-. Una vez que se inicia con estos problemas psicológicos más graves, el riesgo es que la persona considere que su estado emocional es una prueba de su fracaso, cronificando su situación y manteniendo el círculo vicioso. 

¿Cómo se desarrolla el síndrome del impostor?

Como en muchos de los otros cuadros psicológicos, el rol del aprendizaje es predominante en este síndrome. Las experiencias que se enfrentan y el ambiente en el que crecemos juegan un papel central. Si durante nuestra infancia y adolescencia hemos recibido críticas, es mucho más probable que desarrollemos un sistema de creencias (como las que describimos arriba) que facilitan el establecimiento de este síndrome. De ahí que el medio ambiente, la cultura a la que pertenecemos define si crecemos creyendo que tenemos el control sobre nuestra vida -incluyendo éxitos y fracasos- o si, por el contrario, lo que nos pasa es el resultado de la suerte o del azar. 

¿Qué hay de su rol en la vida de las mujeres?

El Síndrome del impostor, como lo explicamos anteriormente, es decrito décadas atrás por un estudio realizado sobre las mujeres exitosas y la interpretación que ellas tenían sobre su éxito. Desde los años setentas, este tipo de percepción no ha cambiado mucho. Si nos fijamos en la desigualdad de oportunidades en general, desde educativas hasta salariales, que hoy en día encontramos, nos pone en una situación se demuestra ser muy desfavorecedora para las mujeres alrededor del mundo. 

La cultura con su contínuo discurso, que define desde pequeñas lo que las mujeres hacemos o debemos hacer, también ha normalizado las desigualdades en cuanto a los derechos y oportunidades. Es muy común encontrarnos con comentarios -que lastimosamente vienen tanto de hombres como de mujeres- como: “qué haría para conseguir ese puesto”, “seguro se puso minifalda para pedir el aumento”, “ganó el concurso porque tenían que contratar a alguna mujer por ley”. Este tipo de frases, si las analizamos, describen una situación en la que el hecho de alcanzar una meta o de ser exitosas en el trabajo, no depende directamente de nuestras capacidades, sino de situaciones ajenas a nosotras. 

El crecer escuchando estas frases, hace que las consideremos reales y que las aceptemos, desarrollando así un “locus de control externo”, es decir, la percepción que no tenemos control sobre lo que hacemos, lo que a su vez nos impide empoderarnos. Si bien, el síndrome del impostor se hace más evidente en el ámbito profesional, su efecto es más generalizado y afecta a muchos de los roles que desempeñamos. El ser madres y sentir que no estamos a la altura, el ser pareja y tratar de satisfacer expectativas irracionales, son algunos ejemplos. Vivímos en una contínua crítica (que después se transforma en autocrítica) que nos hace más vulnerables a sobreexigirnos y pensar que si cometemos algún error este tendrá consecuencias devastadoras en nuestras vidas, el nunca saber cuándo es suficiente, el miedo al fracaso, a “ser débiles”, a fallar, pueden llevarnos desarrollar trastornos mentales muy graves. 

¿Qué podemos hacer?

La cultura nos ha hecho creer que somos inferiores y por lo tanto, en mayor o menor medida, el síndrome del impostor nos afecta a todas. Así que, el primer paso para salir de él y evitar que las siguientes generaciones sigan siendo vulnerables a tener este síndrome, es conocerlo y reconocer cómo se expresa en nosotras mismas, su influencia en nuestras decisiones y también cómo afecta a las personas que nos rodean. 

Ser conscientes de cómo en nuestro día a día estas frases que minimizan nuestros éxitos siguen teniendo efecto, para después empezar a reconocer y aceptar nuestros logros y nuestras capacidades; tanto para cosas cotidianas como en objetivos grandes que hayamos alcanzado. De esta manera, empezamos a modificar nuestro diálogo interno, desarrollando un “locus de control interno”, es decir, empezando a sentir que tenemos el control sobre nuestras vidas. Trabajar en nosotros mismos nos permitirá ver a nuestras amigas, colegas, familiares con ojos más objetivos y, en lugar de ser las primeras en criticarnos y juzgarnos, ayudarnos empáticamente. 

Si bien la cultura nos ha hecho vulnerables a padecer del síndrome del impostor, tenemos todas las capacidades para cambiar, para empoderarnos y ayudarnos mutuamente a alcanzar nuestras metas, y para que nada ni nadie nos frene!.

Aquí les dejo el corto que me inspiró, espero que lo disfruten tanto como yo y que sea fuente de nuevas ideas para seguir alcanzando nuestros sueños! Cuéntenme en los comenarios qué creencias les frena y qué han hecho para superarlas?.


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